sábado, 24 de mayo de 2008
Entrevista a Miguel Amorós sobre el TAV
¿Qué es el TAV?
Antes que nada conviene aclarar que en una sociedad como la nuestra, donde tecnócratas expertos dirigen todos los aspectos de la vida y donde la libertad no es sino otro nombre del despotismo, el lenguaje no es un medio de comunicación entre personas libres, sino la herramienta por la cual los dirigentes transmiten sus ideas y sus órdenes a las masas dominadas. Cada palabra, especialmente si es un neologismo, sostiene una realidad opresiva disimulada tras una apariencia técnica. Sabemos que la técnica no es neutral ni el neologismo tampoco. Así pues por TAV no podemos entender simplemente un artilugio que marcha a 300 km/h. El TAV es el emblema tecnopolítico de la mundialización. En tanto que trasporte preferido de los dirigentes en la media distancia, es una condición necesaria de la economía globalizada; en tanto que figura política del marketing internacional ciudadano, es la pura Razón de Estado.
¿Por qué ahora hay tanta prisa con el TAV?
El TAV ha de construirse cuanto antes porque los intereses del poder así lo requieren. No se trata tanto de ganancias inmediatas, como por ejemplo las de las constructoras de obra pública, los fabricantes de trenes o las empresas de seguridad; tampoco de intereses privados ligados a oligarquías locales; mejor es cuestión de intereses generales relativos a la clase que domina el mundo, y del mundo tal como resulta del dominio de esos intereses. Cuando la población se concentra en unas pocas regiones metropolitanas, la acumulación ampliada de capital depende mucho más de la circulación, incluida la circulación de ejecutivos financieros, empresariales y políticos. Éstos necesitan un medio de locomoción más eficaz que el avión entre dos sistemas suburbiales, es decir, entre dos megaciudades: ese es el TAV.
¿Qué beneficios aporta?
La respuesta depende de si la pregunta se hace a los dirigentes o a los dirigidos. Para los primeros el beneficio es incuestionable, puesto que todo lo que contribuya a la movilidad colabora en la transformación del mundo conforme a su interés. La “intermodalidad”, es decir, la coordinación de las distintas formas de transporte, sería un buen ejemplo del mundo de los ejecutivos, donde “los rápidos se comen a los lentos”. Sin embargo, todo lo que resulta ventajoso para aquellos, forzosamente ha de resultar perjudicial para los demás, pues refuerza su sometimiento y su alienación.
Pero ¿y la rapidez?
Si el criterio racional contara, la fórmula perfecta sería un tren de bajo impacto que combinara celeridad y precio. Tales trenes existen y además competirían con las autopistas. Sin embargo para la clase cuyo tiempo es oro, una ganancia de segundos significa un lucro importante, por lo que la velocidad goza de prioridad absoluta. La alta velocidad de los trenes es la alta velocidad de los negocios.
Sin embargo, lo que es bueno para la economía ¿no es de alguna forma bueno para todos?
Más bien lo contrario. Si la riqueza se concentra, la pobreza se difunde. Indudablemente los bancos, los especuladores inmobiliarios, las refinerías, la industria turística, el comercio de coches y el sector logístico, van a amasar mucho dinero. Habrá migajas para unos cuantos. Pero en la medida en que se terciariza la economía con la inestimable ayuda de ese caballo de Troya en forma de tren, se imponen para la mayoría las condiciones de trabajo y de vida que le son propias: precariedad, salarios ínfimos, horas extras, hipotecas, vivienda indigna, transporte público infame... Eso es todo lo que saldrá ganando la mayoría.
¿Qué consecuencias tiene el TAV para las ciudades?
Las ciudades “situadas en el mapa” por el TAV acumulan población y, por lo tanto, van extendiéndose como mancha de aceite hasta penetrar en las provincias adyacentes. Mientras el centro de la ciudad original se museifica y peatonaliza para devenir mitad parque temático, mitad centro comercial, la periferia pierde sus límites y se transforma en un entorno artificial, caro, invadido por vehículos, ruidoso, contaminado e insalubre tanto física como síquicamente.
¿Qué papel juegan las estaciones?
Son los edificios por donde llegan las elites de la globalización; arquitectónicamente representan sus valores, sus delirios, su falta absoluta de sensibilidad y su mal gusto. Evolucionan hacia un híbrido entre el centro comercial y el complejo hotelero, pues la intención es que el transporte acabe siendo una actividad económica entre tantas, exactamente igual que sucede con los aeropuertos. La estación del TAV determina un reordenamiento total de la barriada donde se ubica que se convierte en un auxiliar monitorizado de la estación, a través de cuyas pautas toda la ciudad va a remodelarse. La estación en realidad es la ciudad futura en pequeño. Contiene una promesa de ciudad radicalmente distinta, carcelaria y consumista a partes iguales, que sólo espera inversiones para desplegarse.
¿Qué significa el TAV para el conjunto del país?
El TAV contrae el espacio a la vez que la economía lo coloniza. Tiene pues un efecto centralizador. Las conurbaciones quedan conectadas entre sí como densos nódulos de una red gobernada por un enjambre electrodirigente. El territorio resulta agredido de mil maneras, quedando fragmentado, desequilibrado y reducido a decorado paisajístico.
Entonces ¿hay que ir contra el progreso?
Solo si el progreso significa despilfarro energético y dilapidación de recursos, desequilibrio territorial, cultivos transgénicos, líneas de muy alta tensión, motorización, centrales nucleares, neurosis y exclusión social. El TAV es esa clase de progreso.
¿Cómo funciona la lucha anti TAV en Cataluña?
Desgraciadamente en Cataluña una lucha de esas características no existe. Lo que hay es una oposición farisea, mediatizada por partidos y alcaldes, que se opone a determinados trazados o que exige soterramientos, pero que no cuestiona la necesidad del TAV, ni mucho menos se interroga sobre la sociedad que lo reivindica. Las plataformas cívicas anti TAV hablan el mismo lenguaje que el poder que lo construye y concuerdan con sus fines. En sus métodos no buscan provocarlo, sino abrir vías de diálogo y colaboración institucional. Pero sucede que por propia naturaleza el TAV no puede permitirse demasiada flexibilidad y tiene poco que ofrecer aparte de dinero. Normalmente las inversiones culturales o deportivas suelen bastar para que los representantes de los intereses locales lesionados miren para otro lado. En último extremo las plataformas tratarán de consolarse con inútiles caceroladas, recogidas de firmas y pleitos administrativos.
¿Cuál es la alternativa?
La lucha contra el TAV no tiene sentido sino dentro de la lucha contra el modelo político y económico de sociedad a la que va asociado. No ha de reivindicar sólo otro transporte, sino otra sociedad. Es una lucha contra todas las infraestructuras típicas de una economía desbocada, autopistas, superpuertos, túneles, macroaeropuertos, etc., y también una lucha contra el automóvil, la suburbialización, la alimentación industrial, la artificialización de la vida, la destrucción del territorio, la explotación del trabajo, etc. Es una lucha antidesarrollista y anticonsumista. La lucha de los afectados por el TAV es una lucha contra la clase dirigente, por lo que ha de saber reconocerse como lucha de clases. Ha de poner en marcha mecanismos organizativos autónomos capaces de elaborar puntos de vista críticos de manera colectiva, así como formas de lucha directa alejadas de la política y el sindicalismo. De ellas ha de nacer un sujeto histórico, una comunidad de oprimidos capaz de enfrentarse como clase a las fuerzas de la dominación y cambiar el mundo según sus deseos.
Vale, pero ¿no es eso abarcar mucho y apretar poco?
Evidentemente una lucha de tal envergadura no es cosa de meses ni de guerras civiles para mañana. Es cuestión de saber fijarse objetivos a medio y corto plazo, por ejemplo, la detención de las obras. Su simple parálisis daría un respiro al territorio y sus pobladores, ralentizando la degradación. Sabotear la política de tierra quemada que emplean los dirigentes, obligándoles a retroceder mediante movilizaciones lo más numerosas posible, como en Valsusa. Cuando es la causa de la libertad la que está en juego, primero hay que ir poco a poco; después, cuando pinten la ocasión, ya se procederá de golpe.
Para acabar y a nivel más personal, ¿qué es para ti el TAV?
Es la prueba de la insolente rapidez con que unos pocos cuya autoridad cuestiono deciden cómo va a ser la vida de todos.
De Cartelera Libertaria
viernes, 23 de mayo de 2008
Aburrid@?
Y me aburro, me aburre esta vida. La vida publica es privada. La politica es un trabajo. Las calles, solo sirven para ir a comprar y al trabajo. Ya no hay vecinos, la gente no se importa. lo que antes eran huertos hoy son rascacielos. Lo que ayer era playa, hoy hoteles de lujo. Lo que empezó siendo una plaza, hoy son carreteras.
Quiero ser un perro libre. Romper con todo. Quiero sentir dentro de mi la adrenalina de la vida. No quiero dedicarme a trabajar, no quiero ser un esclavo, no quiero sentirme atado a un rol social. No quiero esta aburrida vida. No quiero que nadie me represente, yo no lo he pedido! No puedo sorportar el peso de tener que estar obligado. No quiero ver como en las calles frias sigue paseando la misma gente con un plan de vida bien hecho. Despertad! Pensar por vosotros! Yo no tengo la verdad, nunca la he tenido, no soy un iluminado, ni pretendo serlo. Pero se que esto no es vida, no la quereis, se que la rechazais. Pero teneis miedo de perderlo todo!
Vemos, como son rechazos homosexuales, negros, orientales, arabes, putas, rojos, gitanos...
¿Pero nos da igual? No, esto no deja lugar a la indiferencia. Pero tenemos miedo, y el grande nos ofrece protección, pero eso sí tenemos que obedecer a lo que ellos dicen. Es el gran hermano, el nos vigila, y nos dice que sin el nos matariamos, seriamos bestias salvajes. Y lo somos! Pero no como ellos piensan. Somos bestias sedientas de libertad!
Me habeis obligado a una vida aburrida de opresión. Pero ahora me toca jugar a mi.
Ésta vida es aburrida e injusta. Pero no me van a parar, no me vais a parar.
jueves, 22 de mayo de 2008
Libres y salvajes (Llavors d´anarquía)
Disfruteu-lo.
En estos últimos tiempos se ha iniciado un debate muy necesario, después de tantos años de parálisis dogmática y de mirarnos el ombligo de los años treinta. Los principales centros han sido, por una parte el insurreccionalismo anarquista representado sobretodo por los compañeros del Estado Italiano y por la otra los anarquistas primitivistas representados especialmente por las corrientes anglosajonas de “green anarchy” tanto en Oregón como en el Reino Unido. Estas dos corrientes se entreveran en la corriente de “anarquía insurreccionalista verde o anticivilización”.
Es particularmente estimulante que el debate se haya desplazado desde el tedioso y repetitivo cnt’s-cgt’s (sea para distinguirse la una de la otra, o para fusionarse en quiméricas operaciones de unidad) a posiciones más frescas e interesantes, en el fondo es un debate interrumpido por más de 100 años de “anarquismo de estado”.
LA CORRIENTE DOMINANTE, EL ANARQUISMO DE ESTADO.
El anarquismo de estado es la corriente hegemónica (ser hegemónico ya es un mal principio) en el anarquismo del Estado Español y por su peso histórico esta corriente ha influido decisivamente en el anarquismo mundial y ha retrasado, de una manera difícil de determinar, el desarrollo de prácticas y de bases de pensamiento necesarias para acabar con el sistema. El actor mayoritario, pero no el único ni el principal, del anarquismo de estado ha sido la organización anarcosindical, organización definida como no anarquista, democrática y gradualista.
La principal característica del anarquismo de estado es su pretensión de heredar el sistema actual para “gestionarlo bien”, de ahí que su única elaboración modernizada sea la autogestión, entendida como la gestión directa, mediante la democracia directa, del mundo actual. Además el anarquismo de estado preconiza una organización del presente en función del futuro, ¿¿cómo será ese futuro, si su presente está lleno de secretarías generales, votaciones, escisiones y expulsiones…??.
Así pues, los municipios actuales, los barrios dormitorios, las fábricas de armas y productos químicos, las minas, las fundiciones, las explotaciones agrícolas industriales y transgénicas, los criaderos de vacas locas…. serán gestionados correctamente, por comités de colectivización correctamente elegidos, que impondrán ritmos y horarios de trabajo aprobados autogestionariamente, la contaminación reducida paulatinamente y lo más importante, las tecnologías desarrolladas para y por la dominación, en sus buenas manos, se convertirán mágicamente en instrumentos de liberación.
Al fijarse como objetivo la gestión de un sistema centralizador, es necesario diseñar una macroorganización de comités delegados, las clásicas Confederaciones Ibéricas de Comunas, Confederaciones Continentales de Comunas hasta llegar a la Confederación Mundial de Comunas. Imaginamos que todo ello con Comisiones logísticas, estadísticas de gestión delegada, con un sistema contable común y, a ser posible, un idioma común … siguiendo la repugnante consigna de que “la anarquía no es el caos, sino la más alta expresión del orden”.
En el fondo nos encontramos con una incapacidad absoluta de concebir un mundo distinto del actual, y de este modo la rebeldía, un sentimiento anarquista, se vuelca en ver como podemos gestionar antiautoritariamente este mundo autoritario, no en como construir un mundo sin autoridad.
Tendremos pues delegaciones, directas, pero delegaciones, comités de colectivización, comités de coordinación, logísticos, de estadística, técnicos especialistas competentes (para vigilar los artefactos tecnológicos y el cumplimiento de los acuerdos), especialistas y gestores, en suma PODER y AUTORIDAD.
¿POR QUÉ TENEMOS TANTAS DIFICULTADES EN CONCEBIR UN MUNDO SIN AUTORIDAD?
Vivimos rodeados de la miseria, y sin embargo, todos hemos escuchado y todos somos partícipes de la idea de que siempre habrá pobres y ricos, poderosos y humildes, listos y tontos, habilidosos y torpes, extrovertidos y apocados, altruistas y aprovechados, vivales y pringados …
Este es un lastre que hemos mamado en la familia, consolidado en las instituciones de aprendizaje (escuela, primer trabajo, calle, pandilla) y, por supuesto a lo largo de toda una vida regulada por el orden del reloj y la continua sumisión, desde al presidente del gobierno al inspector del metro.
Pero no es sólo esto: el lastre trasciende nuestras cortas vidas, arrastramos los grilletes de una domesticación de siglos (7.500, 10.000, 20.000… años). No somos capaces de ver el mundo maravilloso de plenitud y goce en el que podríamos vivir, y sólo vemos posibles los tonos grises y anodinos de las metas alcanzables, porque llevamos las anteojeras de la domesticación. Y, desdichadamente, lo que llamamos “alcanzable” no son ni siquiera migajas: las rentas básicas, los ingresos sociales, los presupuestos participativos, la cogestión …. No dejan de ser piezas de un laberinto por el que no vamos a ninguna parte, por el que permanecemos en la dominación y la explotación.
LA POLÉMICA SOBRE LA TECNOLOGÍA
La polémica sobre la tecnología es fácilmente ridiculizable (anarco-pedro-picapiedra), sobretodo con la poco afortunada etiqueta de primitivismo; pero no afrontarla evidencia que realmente no se quiere llegar a ninguna parte y que sólo se busca una cierta “profundización” de la democracia: una democracia avanzada, un industrialismo blando, un control benevolente…
Los anarquistas defensores de la civilización tecnológica olvidan que esta es el resultado de siglos de selección a favor de las formas de dominio y de opresión más eficaces y que en el camino se quedaron aquellas prácticas que favorecían la autonomía o se enfrentaban directamente al poder.
Por ejemplo, hoy la mayoría hemos perdido las habilidades de procurarnos directamente la comida, no sabemos ni prepararla, ni siquiera los agricultores saben ya trabajar de un modo autónomo. Así hemos perdido una cosa (que para muchos seria una tecnología) y su lugar ha sido ocupado por el complejo de artefactos, productos químicos, transmutados genéticos, maniobras financieras y opresión alimentaria que constituyen la tecnología de la moderna agricultura industrial.
Otro ejemplo sería el del control del cuerpo de las mujeres por nosotras mismas: la mayoría (cada vez mayor) hemos perdido un conjunto de habilidades que nos permitía tener el control sobre la sexualidad y la reproducción. Estas habilidades han sido substituidas por sanitarios, sacerdotales, artefactos clínicos, substancias químicas, el poder económico farmacéutico, la mercantilización de la salud y cosificación del cuerpo, que constituyen la tecnología de la medicina industrializada.
Como vemos no es un debate vacío, no existe la tecnología nuclear mala (centralista contaminante, policíaca… ) y la tecnología nuclear buena (descentralizada, limpia, democráticamente vigilada). Existe simplemente la tecnología nuclear, ideada para abastecer centralizadamente a hiper-consumidores centralizados y cualquier cosa que se quiera construir con ella como base devendrá inevitablemente centralizada, contaminante y con vigilancia policíaca … y por tanto un instrumento de poder.
No existe una ingeniería genética mala (en manos de corporaciones, para fomentar el control, para discriminar… ) y una ingeniería genética buena (que nos sacará del hambre y nos curará todas las enfermedades…). Existe una tecnología ideada para controlar la naturaleza y sacar de ella el máximo provecho, para inmiscuirse en la intimidad de las personas, para controlar a los individuos, que precisa enormes medidas de seguridad, centralizados… Así pues, cualquier cosa que se quiera construir con ella como base devendrá inevitablemente un instrumento de control, de dominio sobre la sociedad y la naturaleza y por tanto, un instrumento de poder.
SER CAPACES DE ELEGIR
Puestos en este punto, no se trata por tanto de discutir sobre tal o cual artefacto: ¿sois partidarios de mantener la lavadora automática?, ¿y los WC?, ¿toleráis la calefacción?, los clavos se clavan con una piedra?, ¿vendréis andando al encuentro de Oviedo? …, sino de poder situarnos en una posición que nos permita conocer qué es lo que exactamente pagamos por cada cosa, qué implica cada una de ellas y elegir, siendo conscientes de lo que implica cada elección. Si elijo comer carne en cada comida, he de saber que consumo buena parte de los recursos vegetales que pueden servir para alimentar humanos (dejando aparte otras consideraciones de cariz ético), si elijo usar un coche privado, elijo un modelo energético determinado, un modelo industrial determinado, un modelo de infraestructuras determinado y he de estar de acuerdo en soportar la carga de la destrucción del territorio, de la naturaleza, del clima y de la ocupación del espacio cotidiano por este artefacto.
En todo caso hemos de ser capaces de elegir libremente, y a lo mejor como resultado no se opta por una cosa ni por otra, sino que en condiciones nuevas se presentan opciones nuevas mucho mejores y que nosotros, enredados en una cotidianidad envolvente y lastrados por una domesticación de siglos, no somos capaces siquiera de imaginar.
El hecho es que ahora mismo no tenemos elección, solo podremos vivir de otra manera en el momento en que nos liberemos de las ataduras y de las coerciones de la sociedad estatal/capitalista.
¿CÓMO QUEREMOS QUE SEA LA SOCIEDAD QUE QUEREMOS?.
Se exige a menudo una definición clara y precisa de la sociedad que queremos construir, se hacen preguntas concretas: ¿cómo se decidirán las cosas?, ¿si uno no quiere trabajar que pasará?, ¿las minorías podrán realizar sus proyectos?, ¿nadie asegurará los intercambios?,…Otras veces se pide si tal o cual práctica real es lo que buscamos: ¿no son antiautoritarios los zapatistas?, ¿en una cooperativa no son todos iguales?, ¿el ingreso social no podría ser una buena herramienta de movilización y de pedagogía entre los oprimidos?, ¿el Foro Social Mundial no es un organismo de debate con los pies en tierra?,…
Hemos de reconocer que no tenemos programa, ni programa ni receta, y además el hecho de tener un programa hoy sería condicionar de un modo autoritario el mañana.
Estamos convencidos de que solo podemos marcarnos un camino y un objetivo, LA LIBERTAD, y que será sorprendente, y para nosotros inimaginable, aquello que crearan las personas en cuanto queden libres de la sujeción de la autoridad y de la esclavitud del trabajo. No podemos imaginar un futuro exacto porque nuestra idea del futuro es un mundo cambiante y libre, diverso y de relaciones revocables, afín y contrario, nunca fijo ni estable. En contra de los ejemplos clásicos de sociedad futura de la colmena y el hormiguero, ejemplos muy queridos por los movimientos obrero y anarquista, nosotros preferimos el modelo de sociedad no acabada, el de un ecosistema lleno de interelaciones. Preferimos vernos como un bosque, un arrecife, una selva, lugares donde los individuos serán libres, en una sociedad libre pero cambiante. Libres de la autoridad, del estado y del capital, libres en el socialismo y la anarquía.
Que no queramos definir un futuro detalladamente no quiere decir que no valoremos el ejercicio de imaginar otras posibilidades, pero evidentemente imaginarlas, no dogmatizarlas. La capacidad de imaginar un futuro diferente es lo que nos mantiene en la lucha.
Por ejemplo, en un sistema de libertad, y por tanto de ausencia del privilegio, no se puede mantener, ni extender a toda la humanidad, el modelo de consumo de energía o el de producción de residuos de los países industrializados. Sin embargo, el modo concreto de afrontarlo escapa a nuestras posibilidades. Podemos imaginar sistemas alternativos, incluso podemos poner en marcha experiencias “piloto”, pero estamos delante de unos procesos en los que estarán implicados factores que no controlamos y aún no conocemos: si hacen falta fuentes nuevas de energía, o modalidades de consumo y distribución nuevas, o relaciones diferentes con los recursos naturales. Por tanto es evidente que esto lo han de solucionar aquellos que se enfrenten realmente al problema, y en este momento los ensayos, las experiencias, los experimentos, sólo son datos, más o menos valiosos.
¿CÓMO PRETENDEMOS LUCHAR PARA CONSEGUIR TODO ESTO?.
No concebimos la separación entre la lucha y los objetivos a conseguir, de este modo los medios y las metas se confunden. Esta es una idea clásica del anarquismo, de la que nacen las ideas, de acción directa y de autogestión (en sus diversas interpretaciones).
Por ejemplo, la mayor parte de las reivindicaciones vecinales de los años setenta, en el momento en que dejaron de ser la expresión de una idea y una práctica de cambio generalizado, se quedaron en nada: un semáforo fue una señalización, un parque un terreno urbanizado, un Centro Cívico un marco de institucionalización cultural. Dejaron de ser expresiones del deseo de construir un mundo habitable, no jerárquico y más natural. La labor de separar la lucha del objetivo fue muy rentable para los izquierdistas y para el poder municipal.
Hay pues, para nosotros, una diferencia notable con aquellos que se preparan para gestionar un cambio y que centran sus actividades en los preparativos para tomar el relevo en la gestión del sistema actual. También la hay con los “alternativos” que se quedan en lo cotidiano y no hacen el paso entre lo concreto y lo general. Por ejemplo, entre la alimentación en la sociedad occidental (abundancia, despilfarro, adulteración…) y la crisis alimentaria global que está acabando con miles de personas en la mayor parte del mundo, o entre la abolición de la deuda externa a la abolición del capitalismo.
Nosotros además no aceptamos una jerarquización de las luchas, en cada ámbito son iguales entre ellas, independientemente de los “grandes objetivos” perseguidos o de la dureza de los métodos. Así, igual de importante puede ser la lucha por un semáforo que la lucha contra las prisiones, todo depende de cómo y con que objetivos se haga.
Nuestros esfuerzos se dirigen hacia la consecución de espacios de libertad y autonomía, aunque sean individuales, ensanchamiento y mantenimiento de estos espacios, recuperar conocimientos, habilidades y prácticas perdidas a lo largo de la domesticación, intervenir siempre para promover la no delegación y la autonomía individual y/o colectiva en aquellos conflictos y luchas en los que participemos. En la autogestión de las luchas, podemos encontrar que el efecto de esta práctica es hacer ver que es posible actuar y relacionarse (entre nosotros y con el poder) de una manera diferente, y multiplicar de este modo las acciones directas.
Por último, es importante tener claro que cualquier actividad actual ha de tener siempre unos objetivos concretos: la abolición del estado, del capital y de la autoridad. Y al mismo tiempo la consecución de la anarquía como un modo de vida donde todos estemos en igualdad de condiciones para disfrutar, en usufructo, los recursos necesarios para vivir, conviviendo con todos los seres del planeta, con todos los sistemas, pero eso sí, sin modos autoritarios, SIN DOMESTICACIÓN. Hemos de tenerlo claro y decirlo.
LLAVOR D´ANARQUÍA
Barcelona enero de 2002